Podemos tener tranquilidad, aunque nos encontremos al borde de morir, puede ser por una enfermedad. Con Cristo en el corazón, tenemos asegurada la vida eterna.

Lionel Thompson pasó varios años en el pasillo de la muerte en un penal de los Estados Unidos. Se le acusaba de violentar y asesinar a seis niños. Siempre argumentó que era inocente. La justicia consideró que una pena ejemplarizante, sería la muerte.
Le aplicaron la inyección letal un domingo en la tarde. Bastante lluvioso, por cierto. Una docena de testigos, entre ellos su esposa, se encontraban en una habitación contigua. Apreciaron el dolor a través de una ventana.
Lo que sorprendió al ministro cristiano que le asistió en el momento final, fue lo que dijo, con toda tranquilidad:
—Soy inocente. Pero no tengo angustia de morir. Estaré por siempre al lado del Señor Jesús.
Cuando lo encerraron, caía en profundos estados de desesperación y tristeza.
Un día, un guardián le entregó una Biblia. Comenzó a leerla, primero con curiosidad, luego con avidez. Fue el primer paso para acogerse a la gracia de Dios y rendirle su vida a Jesucristo. De ahí su sosiego y paz interior cuando iban a ejecutarlo.

POR SIEMPRE CON EL SEÑOR JESÚS
Horas antes de ser condenado a morir en la cruz por nuestros pecados, el Señor Jesús les dijo a sus discípulos más cercanos:
“Pero son ustedes los que han permanecido conmigo en mis pruebas. Por tanto, yo les asigno un reino, así como mi Padre me lo asignó a mí, para que en mi reino coman y beban a mi mesa, y se sienten en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.»” (Lucas 22:28-30 | RVC)
Podemos tener tranquilidad, aunque nos encontremos al borde de morir, puede ser por una enfermedad. Con Cristo en el corazón, tenemos asegurada la vida eterna.
No es porque lo merezcamos, sino por el amor que Dios nos tiene. Si no fuera por Su amor, no nos habría extendido Su Gracia.
Sin embargo, hay algo que debemos tener en cuenta. Dios no obliga a nadie. Cada quien está en libertad de acogerse a la gracia o desecharla. Por supuesto, desestimar la gracia es enfrentarnos a la perdición eterna, al infierno.
Hoy es el día para hacer un alto en el camino, arrepentirnos y comenzar una nueva vida, prendidos de la mano del Señor Jesús.
© Fernando Alexis Jiménez | @Conexion365